Existen conocimientos ya alcanzados por los antiguos, pero no por la ciencia moderna occidental por causa de su porfiado positivismo.
La inteligencia humana ha percibido que existe una correspondencia entre el Macrocosmos y el Microcosmos. La filosofía de todos los tiempos investigó la relación entre el hombre y el universo, y la correspondencia sincronizada entre todas las partes de la naturaleza.
Este criterio de Unidad del Todo ha desempeñado un papel dominante en las ideas de los pueblos a través de los tiempos.
Averiguar respecto a esta estrecha interdependencia es un ejercicio intelectual equivalente a averiguar la existencia de Dios, o su naturaleza.
Las culturas antiguas descubrieron los fenómenos del magnetismo y de la electricidad, que tenían asociados al fenómeno de la Luz y del movimiento cíclico gravitacional; estas comprobaciones los remitían a la idea de ORDEN, Interdependencia, y procesos equivalentes y recurrentes.
Si en la Naturaleza hay nacimiento, desarrollo, muerte y regeneración, ¿porqué no habría de haberlo en la propia vida humana?
Estos conceptos se manifiestan muy claros en la cultura egipcia antigua, pero no son mejores ni más precisos que en las demás culturas antiguas, sólo que los textos-en éstos casos- han sido destruidos por la religión católica romana, que también intentó destruir los anteriores mediante el incendio de la Biblioteca de Alejandría. Lo suyo tuvo una finalidad política; para imponer sus argumentos como verdaderos debía destruir toda otra evidencia de verdad.
El magnetismo y la electricidad no fueron en la antigüedad presentados como ‘energía divina’; estos son dos conceptos mal mezclados.
El magnetismo y la electricidad son la Energía Mayor, la que crea vida, movimiento y calor; la que impregna el Universo entero. Su modo de proceder es mediante la Dualidad, la complementariedad de los opuestos. Estos opuestos primarios, al unirse, se manifiestan en el rayo.
El rayo no es ‘Dios’ ni la manifestación de ‘Dios’; es la manifestación de la energía esencial que mueve el Universo.
Aunque se pretenda calificar a esta concepción como “panteísmo”, no lo es, ya que aquí no hay “dios”. Lo que hay es un profundo respeto y reconocimiento de lo que hay, y del lugar del humano en este contexto.
Helena Blavatsky es una fundamental traductora de las ideas antiguas prediluvianas. Ella señala a la electricidad -en la Doctrina Secreta- como el agente cosmológico responsable de configurar las complejas, confiables y hermosas leyes de la naturaleza.
El materialismo que caracteriza al positivismo actual es reduccionista. Intenta reducir la explicación de todo lo que sucede a fenómenos físico-químicos. En cuanto a las corrientes filosóficas que sustentan el pensamiento y la acción dentro de las sociedades, explican sus procedimientos como intentos y planteos puramente subjetivos, que nada tendrían que ver con “La VERDAD”, que de suyo no está al alcance de la mente humana.
De lo que estamos hablando es del propósito de construir un nuevo sustrato para las ideas y acciones, más compatible con el bienestar y la armonía con el entorno universal.
Helena Blavatsky señalaba a la electricidad como la fuerza o líquido invisible, emergido de la sustancia elemental común, como responsable también de la animación del alma.
Las culturas antiguas en todos los casos diferencian el Universo visible del Universo invisible, pero no se trata de niveles de materialidad captados por el umbral óptico o no. Se trata de algo bien conocido por cada uno de nosotros: el universo físico, corpóreo, y el universo mental incorpóreo. Lo que desde siempre ha sido diferenciado como “materia” y “espíritu”.
Para explicarlos se hace preciso dilucidar qué son los afectos, qué es la inteligencia, que es el arte, la religión, la filosofía, el conocimiento; hasta que no se sepa no será posible entender el gran fenómeno del Ser.
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