Lo que existe es la Ley Natural, y los Dioses son una metáfora empleda para garantizar su cumplimiento.
Desde que la especie humana conquistó la conciencia y el control voluntario sobre su desarrollo se esfuerza por adquirir conocimientos y destrezas que le aseguren no sólo la supervivencia, sino también el bienestar y el goce de la existencia.
El humano es muy sencible al dolor físico, emocional y moral. Entre su conciencia y su sensibilidad existe una flanja de incertidumbre y miedo llenada por los Dioses.
Pero ¿existen los Dioses?
Creer en Dios equivale a creer que existe una Ley Superior que de algún modo premia o castiga. El premio o castigo se reciben en vida, ya que las acciones correctas producen buenos resultados y las incorrectas tienen sus consecuencias.
Más allá del premio o castigo natural está el social, manifestado en aceptación afectuosa o rechazo.
Desde que la especie humana conquistó la conciencia y el control voluntario sobre su desarrollo se esfuerza por adquirir conocimientos y destrezas que le aseguren no sólo la supervivencia, sino también el bienestar y el goce de la existencia.
El humano es muy sencible al dolor físico, emocional y moral. Entre su conciencia y su sensibilidad existe una flanja de incertidumbre y miedo llenada por los Dioses.
Pero ¿existen los Dioses?
Creer en Dios equivale a creer que existe una Ley Superior que de algún modo premia o castiga. El premio o castigo se reciben en vida, ya que las acciones correctas producen buenos resultados y las incorrectas tienen sus consecuencias.
Más allá del premio o castigo natural está el social, manifestado en aceptación afectuosa o rechazo.
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